La historia de Ángel Di María y el día que estuvo a punto de dejar el fútbol

Ángel Di María, en una entrevista contó como su padre, un vendedor de carbón, y su madre, una ama de casa que lo llevaba durante horas en la parrilla de la bicicleta para poder entrenar, lo ayudaron a cumplir sus sueños.

«Teníamos 9 ó 10 años, que es la edad perfecta para embolsar carbón, porque lo podés transformar en un juego», contó en la carta. Su padre trabajaba de eso, y recibía la ayuda de Fideo y su hermana. «Con eso comíamos, y de esa forma mi padre nos salvó de que nos sacaran la casa», es que Miguel, su padre, confió y puso su hogar como garantía para un negocio de un amigo, pero éste dejó de pagar y desapareció, por lo que «se encontró ahogado teniendo que pagar por dos casas y encima tener que alimentar a nuestra familia».

 

«Por eso, yo al fútbol le debo todo». ¿Y cómo comenzó en el deporte? Su madre, Diana, se estaba volviendo loca con su hijo hiperactivo, «no paraba de correr», y un pediatra le recomendó que hiciera fútbol. Al tiempo de romperla en su club de barrio, comenzó a ir a las Inferiores de Rosario Central. El predio quedaba a nueve kilómetros de su casa, y como no tenían auto, la madre pedaleaba con su bicicleta todos los días para llevar a Ángel al entrenamiento.

 

«Imaginen esto: una mujer andando en bicicleta por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida. En bajada. Pasando por los barrios más difíciles. Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando», contó Fi.

La dura historia de Ángel Di María: «Mi sueño estuvo cerca de morir tantas veces…»

Con 15 años y un físico poco desarrollado, un técnico lo denigró delante de todos: «Sos un cagón, sos un desastre. Nunca vas a llegar a nada. Vas a ser un fracaso», le dijo por no saltar en un córner. Angelito no quería volver a jugar nunca más, pero se repuso y siguió adelante, hasta demostrar que ese hombre estaba equivocado. 

 

«Así y todo, yo era muy chiquito y flaquito. A los 16, todavía no me habían promovido, y mi papá se empezó a preocupar. Una noche estábamos sentados en la cocina y me dijo: ‘Tenés tres opciones: Podés trabajar conmigo. Podés terminar la escuela. O podés probar otro año más con el fútbol. Pero si no funciona, vas a tener que venir a trabajar conmigo’. No dije nada. Era una situación complicada, necesitábamos la plata. Pero ahí saltó mi mamá y dijo: ‘Un año más en el fútbol’. Eso fue en enero. En diciembre de ese año, en el último mes del plazo que nos habíamos puesto, debuté en Primera con Rosario Central»,agregó Di María a la emotiva carta.

 

«Mi sueño estuvo cerca de morir tantas veces. Pero mi papá siguió trabajando bajo el techo de chapa… mi mamá siguió pedaleando…. y yo seguí corriendo al vacío», cerró. Sin dudas, un premio para un pibe de 33 años que la sigue rompiendo, como aquel día en el que, con su gol, le dio la medalla de oro a la Argentina en Beijing 2008.

 

 

 

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